viernes, 18 de noviembre de 2011

XI LA CAPITAL

Mientras yo recorría los rincones de la vegetación de Torata, en Quito había un clima muy tenso. La gente en los parques y plazas hablaba de la posible incautación del diario. Todos pensaban que ese era el principal motivo para preocuparse, cuando en realidad lo que estaba por venir era algo peor. Esos eran días en los que aún se podía conversar. Meses atrás el gobierno había hecho su cálculo de popularidad pensando en las próximas elecciones, no le gustaron para nada los resultados.
En la asamblea los oficialistas y opositores ya no se daban ni el saludo. Muchos pactos se habían roto debido a la información de la presunta incautación del diario.
Luis Sinchiguano, asambleísta contrario al régimen me seguía en twitter desde que publiqué la primera “bomba”, tuiteaba bajo es user de  @s7ever y me mantenía informado de muchas cosas que hacían los padres de la patria, cada rumor, cada dato.
No me había atrevido a contarle nada de lo que me estaba pasando, ya que no confiaba en ningún político. Ese día Luis me envió un mensaje a la cuenta de la red social, me dijo que sabía todo y que la información que manejábamos era fidedigna. No le respondí en ese momento por temor a las trampas. Pero lo haría al rato. Siempre tuve el temor de que podían intervenir la cuenta de mi blog y twitter, pero Sergio León amigo de Luis había hecho de la cuenta del asambleísta una verdadera fortaleza, que ni el más dañado de los piratas podría violar su seguridad. Sergio nos seguía de cerca en como  @sergio_leon. Por mi cuenta @zantytaz se ofreció a ayudarme contra los continuos ataques a mis cuentas. Lo conocí en Ambato gracias a un amigo. Él blindó las páginas de cualquier peligro. Gracias a esos dos genios de la ingeniería en sistemas podíamos estar algo más tranquilos.
Luego de pensar en esos detalles le hice una llamada a Luis. Hablamos poco y concreto. El punto más importante fue su recomendación de no publicar aun la información de la postergación de las elecciones, esa era una bomba de tiempo que aun no debía reventar, ya que los resultados podían ser catastróficos. No sé porque, pero le hice caso. Solo entonces recordé que no por gusto el gobierno quería acabar conmigo. Después de todo, las otras publicaciones que había hecho igual salieron en varios medios y a ellos no los perseguían. Era ese el detalle. Ellos sabían que yo poseía esas pruebas. Pero ¿cómo podían saberlo? Ellos iban a secuestrar el país en algún momento, pero si la información se filtraba antes, los organismos internacionales podían hacer algo y acabar con sus planes.
Luis seguía investigando cosas en la asamblea y yo daba vueltas pensando en que me había ganado un boleto a la tumba al recibir esa información. Pensé que quién me la envió no me pudo haber acusado porque también estaría muerto. Entonces ¿Quién me vendió? Luego un solo nombre se me vino a la mente: Teresa.

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