jueves, 10 de noviembre de 2011

VII Recorriendo Santa Risa

Santa Risa lleva ese nombre por el error histórico de un escribano medio ciego de la época de su nacimiento como cantón. Muchas veces quisieron devolverle el nombre verdadero, el de Santa Rosa de Lima, pero la gente se acostumbró a que los turistas llegaran al pueblo solo porque el nombre de este les llamara la atención. Los foráneos pensaban que lo de Risa era porque su gente siempre estaba alegre, y tanto incidió en sus habitantes esa idea que los Santarriseños casi siempre andaban risueños.
Era gracioso ver a las personas siempre con los dientes pelados. Incluso una reconocida empresa de crema dental la señalaba en una campaña publicitaria internacional y uno de sus productos llevaba el nombre del pueblo.
Era un lugar idóneo para vivir, vacacionar, enamorarse, descansar, trabajar y en mi caso: el lugar perfecto para esconderse.
Ese día aún me quedaba tiempo para darme una vuelta por el centro. Fui al taller de bicicletas “Barcelona” del flaco López y alquile una montañera amarilla. Recorrí el centro que aún conservaba parte de la arquitectura colonial, pasé por el Cruz García, por la Sucre y por el Zoila Ugarte; mi jardín, escuela y colegio respectivamente.
Quería olvidar los problemas por un rato, sentirme libre en la bicicleta, pero me pesaban las piernas. El saber que en cualquier momento te pueden meter una bala en la cabeza no te deja pedalear en paz. Sin embargo me recorrí los parques, iglesias, y me aventuré hasta Puerto Jelí, donde llegué con la lengua afuera. Miré el manglar, encadené la bici en el malecón y caminé a la playa. Los cangrejos escaparon a sus trincheras rápidamente. Me acosté en la arena y lloré, lloré como un niño resentido, lleno de temor e impotencia. No sabía cómo salir de ese problema, pero recordaba cómo me lo había ganado. Todo por dármelas de periodista, profesión que nunca me había dado de comer. Me senté en la arena y tiré piedritas al mar, las gallaretas se deben haber molestado por interrumpir la caza de peces que llevaban a cabo ese momento. Me relajé con el paisaje. Me quité la ropa quedándome solo el bóxer y nadé en el agua salada. Al salir no tuve fuerzas para pedalear y me fui en bus a casa, esa sería la única y última noche que dormiría bajo un techo seguro durante varios meses.

1 comentario:

  1. Ahhhhhh ya quiero que se venga el próximo Capítulo! que pasó con Teresa!?

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