martes, 13 de diciembre de 2011

Protestas y medidas

Capítulo 25
Otra madrugada pasé con Luciana. Ella siempre en short y blusa pupera con una taza con chocolate caliente. La verdad que me gustaba estar solo cuando me sentaba frente al computador. Pero su presencia no me molestaba, era agradable y siempre hacía comentarios correctos. Lamentaba tanto que no fuera Barcelonista.
Esa noche interactuamos mucho con la gente, tanto así que algunos se propusieron hacer plantones en diferentes ciudades del país.
No pensé que esa gente se atreviera debido a la presencia de uniformados en las calles, pero lo hicieron. Esa mañana decenas de jóvenes con carteles salieron a la calle a pedir que se llame a elecciones. Esto ocurrió primero con 20 muchachos en Guayaquil comandados por @La_Psicologa__ y @EmiCurvas, luego 15 en La Libertad liderados por @Nellylux, en Manta con @lasilvypat con unos 10 y en Machala con @JoseCorreaAbg.  Ellos fueron disipados, pero no usaron la fuerza. Solo los amenazaron con meterlos presos si continuaban con los disturbios.
Al medio día ocurrió algo apocalíptico en especial para la juventud: se fue la señal de internet de los celulares y en las computadoras no se cargaban por nada del mundo las páginas de twitter y facebook.
El gobierno sabía que se habían convocado por ese medio y dio un golpe certero. Ahora no había televisión libre, medios escritos libres,  ni radio libre y lo que era peor, nadie tenía internet en los celulares.
Lo que restó del día fue de terror. Yo había perdido mi herramienta. En ese momento no podía comunicarme con la gente ni compartir ideas. Esa noche fue triste. Solo se podía hacer llamadas telefónicas y revisar el correo desde la computadora.
 Luciana no quiso ir a su cuarto. Nos quedamos en la misma cama, pero sin ni una gota de mala intención. Ese momento lo único que casi se me paraba era el corazón del susto. Ella también tuvo miedo. No podíamos dormir.
Justo cuando empezamos a cerrar los ojos, casi a las 4 de la madrugada, me encontré con una mano tapándome la boca y la otra rodeándome el cuello. Lo mismo le hacían a Luciana. Dos tipos encapuchados entraron a la casa. Nos tenían a su merced. Pensé que era el fin.
Uno de ellos sacó un arma, nos apuntó y dijo: los voy a soltar, pero si gritan los mato. Mientras nos soltaban, ellos se alejaron hacia la pared y empezaron a quitarse la capucha. ¡Eran ellos! Los sabuesos de Nine. Quise hablar, pero me apuntaron. El que estaba sin arma empezó a dirigirnos la palabra. Nos dijo que no nos iban a matar. En ese entonces quise sentir alivio, pero no pude. Yo pensaba que eran policías del gobierno, pero me equivoqué.
Me dijeron que ellos habían robado el disco y lo pasaron a una cadena internacional. Les pregunté por qué y el tipo del arma no me apuntó esta vez.
Me comentó que me había visto en las cascadas, yéndome a Guayaquil y todo. Le increpé que ellos andaban con Nine y que ella era del gobierno, que no entendía nada le dije.
Manifestó que si bien estaban con ella, no seguían las directrices del régimen. Respondían a las órdenes de otro grupo político opositor integrada por Luis Sinchiguano, asambleísta. En ese momento traté de entender lo que ocurría, pero aun no me cabía en la cabeza que hacían con Nine. Me dieron la explicación más simple. Ellos estaban traicionando a los que los mandaron a atraparme y pues se infiltraron en la operación para que el vídeo esté a salvo. Obviamente Nine no sabía lo que pasaba. Ellos le ponían algo en el jugo o la bebida cada vez que necesitaban buscarme por su cuenta.
Lo que más me cabreó ese momento es que Luis no me hubiera pedido el vídeo el mismo. No obstante el mal ya estaba hecho. Les pregunté qué querían de mí, y dijeron que me venían a dar una información importante.
Me contaron que un gobierno europeo había dispuesto un satélite con internet gratuito para la población ecuatoriana. No querían permitir una dictadura, pero el pueblo debía liberarse con su lucha. Yo debía seguir calentando el ambiente y ellos me protegerían lo mejor posible.
Apenas se fueron sentí que todo el martirio que había vivido tenía sentido y que mi vida contaba con un propósito. Lo malo es que ahora si me buscaban los verdaderos enviados del innombrable para darme chapeta, pues no querían tenerme vivo para incentivar a la gente a protestar. El miedo me invadía el alma, pero estaba esperando que llegue el internet para empezar mi parte de la lucha.

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